viernes, 6 de octubre de 2017

¡PÍDELO!

Muy buenos días hoy finalizaremos con el tema de:

¡PÍDELO!

Lección primera para obtener lo que deseas: ¡Pídelo! ¿Alguna vez has oído decir a alguien: "No me molesta hacer cosas por los demás, pero no me gusta pedir ayuda"? ¿No te parece irónico que casi todo mundo se queje de no recibir lo que quisiera, pero que casi nadie se atreva a pedirlo?

Es importante pedir lo que deseamos por cuatro razones: 1. PEDIR DENOTA AUTOVALORACIÓN Y AUTOESTIMA. Pedir confirma en nuestra propia mente y en la mente de los demás que tenemos derechos y privilegios. Quiere decir que te consideras con merecimientos, lo cual genera una actitud expectante.

2. PEDIR ES IMPORTANTE PARA TU SALUD. Si no pides lo que ambicionas, puedes ser ignorado, marginado. Esto deriva en frustraciones, enojos, etcétera. Tu estómago adolorido lleva la cuenta de las ocasiones en las que no has sido capaz de pedir lo que deseas.

3. PEDIR ES EL PRIMER PASO LÓGICO PARA QUE DIOS, TU JEFE, TU FAMILIA Y TUS AMIGOS PRESTEN OÍDOS A LO QUE QUIERES. ¡No quieras que te lean la mente!

4. PEDIR LE BRINDA A OTRO EL PLACER DE AYUDARTE. De hecho, NO PEDIR ES UNA ACTITUD EGOÍSTA. Si te gusta ayudar a otros, dales la misma oportunidad. ¡No los prives de la satisfacción de ayudar!

Esto se aplica a todo tipo de peticiones. En la mayoría de los casos, la gente está más que dispuesta a ayudar si se da cuenta de que necesitas ser auxiliado, o que estas poniendo todo de tu parte y necesitas un poco de ayuda adicional. Un gran numero de personas están DISPUESTAS a ayudar, pero temen parecer entrometidas.

Muchas mujeres embarazadas han sido objeto de todo tipo de atenciones y muestras de solidaridad de parte de desconocidos. La gente realmente desea ayudar. Al menos esperan que sus buenas intenciones no sean rechazadas.

Existen personas a quienes todo le sale bien en los negocios y en lo personal. Sea que compren auto, busquen empleo, hagan negocios o se casen, se les arreglan para obtener justamente los resultados que buscan. Lo logran pidiendo lo que quieren.

Hace poco vinieron a verme unos amigos. Todos deseaban comer en cierto restaurante de mariscos. no había lugar en el restaurante... al menos no hasta que mi amigo Peter empezó a preguntar. Lo que escuchamos de este lado del teléfono fue más o menos lo siguiente:

- ¿No hay lugar?
- ¿Está seguro de que no hay lugar?
- No me diga. Déjeme decirle que venimos hasta la ciudad de muy lejos con la ilusión de cenar en su restaurante. Nada más somos seis.
- ¿Tan lleno así?
- A ver, vamos a suponer que hubiera lugar, ¿dónde nos sentaría?
- Bueno, pero si hubiera.
- ¡Tan lleno así!
- ¿Pero cuál es el problema, faltan mesas o faltan sillas?
- ¿No le importaría preguntar?
- Gracias.
- De manera que les faltan sillas. Pues sepa usted que aquí tenemos de sobra. Si no tienen inconveniente, nosotros podemos llevarlas.
- ¿Tiene que preguntar al gerente? Correcto; aquí espero.
- A las ocho y media esta muy bien. Muchísimas gracias. Allá nos vemos.

Peter cenó esa noche en el restaurante que quería porque esta preparado para pedir. En todo momento fue amigable y cortés. Sencillamente pidió lo que deseaba. (¡Los demás cenamos en el restaurante que queríamos porque le pedimos a Peter que él llamara!)

El meollo del asunto, sin embargo, no es lograr meterse a un restaurante, sino darse cuenta de que no tiene nada de malo pedir lo que uno quiere. Pídele al vecino un "ride" al trabajo cuando tu auto esté en el taller. En el avión, pídele al pasajero de junto que no fume mientras desayunas (procura ser sutil si se te ocurre sugerirle que fume en otro lugar del avión). Pídele trabajo a la persona con quien tienes ilusión de trabajar.

No deseo sugerir que seamos sanguijuelas o cínicos. El hecho es que pedir genera información, a los demás les da oportunidad de ayudarte, si así les place. ¡Lo sorprendente es que con mucha frecuencia les agrada! Si se hiciera una investigación, comprobaríamos que las personas con éxito tienen mayor capacidad de pedir lo que quieren.

A veces la gente dice no.

¿Qué ocurriría si la mitad de las veces que pides algo, te dicen que "no"? ¿Querría decir que eres despreciable? ¿Significaría que no mereces nada? ¡De ninguna manera! Querría decir que la mitad de las veces tus ideas no encajan con las de los demás. También significaría que en un gran numero de ocasiones recibiste valiosa ayuda con la que de otro modo no hubieras contado.

¡Al pedir lo que quieres también contribuyes al desarrollo personal del individuo al que diriges la petición! ¿Por qué? Porque, si decide ayudarte, recibirá un beneficio de esa experiencia. Si decide no ayudarte, recibirá un beneficio de esa experiencia. Si decide no ayudarte, también se beneficiará, pues parte importante de la efectividad personal es poder decir "no" sin abrigar sentimientos de culpa. ¡Puedes ayudar a muchos a practicar su efectividad personal!

Además, desde la perspectiva particular de uno, ser "pedinche" te permitirá ser más responsable de tu vida. Hay menos peligro de que te conviertas en uno de esos dolientes silenciosos que sufren estoicamente, haciendo todo por sí solos porque se sienten mártires.

Ciertamente hay quienes optan por ser mártires. Elevan el sufrimiento personal a nivel de arte y ¡ay de aquel que trate de desviarlos de su camino! Debemos de respetar su derecho de vivir la vida como han elegido.



PRETEXTOS O RESULTADOS

La pregunta fundamental es: "¿Eres Feliz haciendo lo que haces?".

Imaginemos a un sujeto que aborrece su trabajo y su sueldo, que nunca viaja a donde quisiera; está solo, deprimido, nunca ha aprendido las cosas que le encantaría aprender, ni ha hecho lo que le gustaría hacer durante su breve estancia en este planeta.

¡Pero no le faltan pretextos para explicar por qué se encuentra en esa situación ! Ha preparado una lista mental. Le echa la culpa a su esposa, al gobierno, a sus hijos, a su signo zodiacal, a su jefe, a la situación económica, a su dolor de espalda, a su mala suerte, a su falta de estudios y a su cuñado. ¡Y aun hay más! 

De alguna manera ha llegado a la conclusión de que si se tienen suficientes excusas y cosas a las que culpar, ser infeliz esta bien. ¡NO! ¡NO! ¡NO! No está bien; en la vida se tienen pretextos o resultados. Hay quienes piensan que ambas cosas valen lo mismo. No es así.

Puedes elaborar una lista del largo de tu brazo, o del largo de tu calle. ¡No te servirá de nada! ¡Absolutamente de nada! Si no vives la vida que anhelas y no haces las cosas que realmente quieres hacer, los pretextos no van a compensar nada.

A nuestro alrededor observamos personas que triunfan contra toda probabilidad. Vemos gente sin estudios que logra el éxito y la felicidad, gente que hace dinero en la situación económica actual, personas con ocho hijos que viven vidas intensas y felices, personas que han recatado su matrimonio de las cenizas y que se han vuelto a enamorar. Ésta es la gente que nos enseña que solo los resultados cuentan. Son ellos los que han descubierto lo dicho por alguien hace mucho tiempo: "Yo le echaba la culpa al clima, ¡hasta que descubrí que la lluvia también cae sobre los ricos!".

La alegría que nos proporciona la vida es inversamente proporcional al grado en que culpamos a las circunstancias.



SI EL RÍO CAMBIA DE CAUCE

Allá abajo, cerca del río, vi un viejo cuyo nombre no importa. Tendría unos ochenta y pico de años, su paso era poco firme, temblaban sus manos, sus ojos lloriqueaban y se reía a solas como si supiera algo muy cómico acerca de la humanidad.

En su época, el viejo era el primer pescador de la comarca. "Yo los agarro hasta donde no existen", solía decir. Sabía escoger las carnadas más convenientes para toda ocasión, la profundidad exacta donde nadaban las diferentes clases de peces y el tamaño preciso del anzuelo que se debía usar.

A poca distancia de la choza donde habitaba el pescador, el río hacia una vuelta cerrada, y era allí, en aguas profundas y tranquilas, donde le encantaba sentarse sobre un tronco que estaba a la orilla y lanzar su cuerda al agua. Allí nada más ningún otro sitio le gustaba.

Pero la naturaleza no respetaba las costumbres del hombre, y sucedió que durante un invierno hubo una creciente espantosa. Cuando las aguas volvieron a bajar, el río había abandonado su viejo cauce y se había alejado unos cincuenta metros hacia el oeste, formando un canal completamente nuevo. En el recodo donde nuestro pescador solía coger su presa ya no quedaba si no un banco de arena.

Un hombre cuerdo, en su caso, se habría adaptado a las nuevas condiciones y buscado otro lugar para pescar, tal vez mejor. No así nuestro pescador, más terco que una mula y resistente a los cambios inevitables que trae el trascurrir del tiempo.

Todavía si uno quiere tomarse el trabajo de visitar el lugar, se puede ver al viejo sentado sobre el mismo tronco y pescando en le mismo banco de arena.




ESTUVIERON CON USTEDES:

                                                     Mary Tere y Karla



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